A raíz de la salida del Código Técnico de la Edificación en el año 2006, con sus posteriores modificaciones, la construcción ha sufrido los mayores avances de los últimos siglos. Los progresos más importantes que se han producido son referentes a la sostenibilidad, actualmente construimos edificios mucho más eficientes energéticamente que garantizan una mayor calidad de vida en su interior. La estabilidad térmica, la calidad del aire, la iluminación etc., son algunas de las muchas mejoras que hemos introducido en las edificaciones.
La mejora de la envolvente térmica ha sido uno de los factores más importantes y determinantes que han propiciado el avance de la construcción hacia la sostenibilidad. Definimos la envolvente térmica como todos los elementos constructivos que separan el interior de la edificación del exterior, paredes, techos y suelos han mejorado considerablemente su aislamiento, reduciendo de forma elevada la transmisión térmica y logrando una mayor estabilidad térmica en el interior de la edificación. Es como si la edificación se tratase de un termo, en el cual hemos mejorado el aislamiento de sus paredes y ahora conseguimos que la temperatura del interior permanezca estable durante mucho más tiempo.
La mejora de la envolvente térmica no consiste únicamente en incrementar el espesor de aislamiento, resulta más importante eliminar los puentes térmicos que son los puntos menos aislados por los cuales se nos escapa el calor en invierno o el frío en verano. Pilares, dinteles, jambas, alfeizares, esquinas exteriores, frentes de forjados, suelos en contacto con el terreno, son algunos de los muchos puentes térmicos a los que habitualmente está sometida una construcción. Lograr la eliminación total de estos puentes térmicos es uno de los principales objetivos por los que hemos luchado en nuestros últimos proyectos al objeto de conseguir una envolvente térmica continua, sin pérdidas energéticas innecesarias.
Para conseguir nuestro objetivo hemos trasladado el aislamiento que habitualmente disponemos por el exterior del cerramiento principal, al interior, al igual que en un termo, eliminando la práctica totalidad de los puentes térmicos, al conseguir que el aislamiento de suelos, paredes y techos presente una continuidad, tal y como se aprecia en el dibujo.
La carpintería exterior, puertas y ventanas siempre suponen un punto débil a nivel de aislamiento, con una elevada perdida energética. Estos últimos años se han producido grandes avances tecnológicos, logrando reducir la transmisión térmica de forma substancial con la incorporación de bajos emisivos y gases (argón, kriptón, xenón) en el interior de la cámara de aire de los acristalamientos, la mejora de las perfilerías incorporando roturas de puentes térmico más eficientes, sin embargo sigue siendo muy importante resolver la unión entre estas carpinterías y el aislamiento de la vivienda para evitar la pérdida energética en estos puntos, para ello, el plano del aislamiento, debería coincidir con el de la carpintería exterior.
La inercia térmica de la edificación es un factor importante a tener en cuenta a la hora de proyectar. Todos los elementos situados en el interior de la envolvente térmica, paredes, suelos, etc., adquirirán la temperatura del interior, garantizando una mayor estabilidad térmica. La inercia térmica la proporcionan los elementos con más densidad puesto que acumularán más energía, paredes de ladrillo, hormigón, termoarcilla, etc,…, recrecidos de mortero, enfoscados, alicatados, pavimentos cerámicos, son la mayoría de los elementos constructivos que proporcionan una mayor acumulación de energía.
Si no dispusiéramos elementos de con inercia térmica en el interior, únicamente tendríamos aire caliente, con lo que sería más difícil mantener la estabilidad térmica en las estancias, una renovación de aire indeseada como abrir una puerta, produciría una modificación de la temperatura ambiental. Si por el contrario, dispusiéramos elementos con mucha inercia térmica, tendríamos que gastar demasiada energía para calentarlos, llevaría mucho tiempo calentar las estancias, y no resultaría económicamente rentable, el ejemplo más claro es una vivienda antigua con muros de piedra de 60-80 cm de espesor, si dispusiéramos el aislamiento por el exterior, estos resultarían muy difíciles de calentar. Por ello deberemos buscar un equilibrio de los elementos con inercia térmica situados en el interior de la vivienda, estos deberán de ser proporcionales al volumen edificado.
Actualmente estamos construyendo una vivienda en Curtis, en la que se hemos proyectado una envolvente térmica continua interior, disponiendo 10 cm de aislamiento en suelos, 12 cm en paredes y 12 cm en techo. La vivienda se resuelve con muros de carga de hormigón situados por el exterior, en el interior se disponen muros de carga de ladrillo semimacizo, los muros interiores no llegan a fachada, permitiendo la continuidad del aislamiento exterior. Al objeto de evitar el puente térmico a través de los muros de carga interiores, en cubierta se dispone una plancha de aislamiento por el exterior. La inercia térmica fundamentalmente nos la proporcionan los muros de carga de ladrillo semimacizo y hormigón, el recrecido del suelo radiante y el pavimento porcelánico.
La envolvente térmica continua, la instalación de un sistema de ventilación de doble flujo, el sistema de ACS y calefacción mediante aerotermia y suelo radiante, el aprovechamiento solar a través de los ventanales, son algunos de los factores que convierten esta vivienda de coste ajustado en una edificación sostenible con un reducido consumo energético, garantizando la estabilidad térmica y la calidad del aire en su interior.