Os imagináis una empresa donde el cliente esté obligado a comprar sin posibilidad de elección, donde el precio lo fija el vendedor según le interese y donde el producto no tenga ninguna garantía de calidad, el sueño de cualquier “empresario”, pues en eso se ha transformado actualmente el colegio de aparejadores y arquitectos técnicos.
Nacido de la agrupación de un colectivo con una idea de lucha por los intereses de sus miembros, brindado protección y defensa de la profesión que desempeñan, a la vez de facilitar su constante formación y actualización profesional.
Lejos quedan esas intenciones, actualmente, incentivados por ralentización del sector, en lugar de reestructurarse y adaptarse a esta nueva etapa, la única forma de adaptarse a las nuevas condiciones consiste en exprimir económicamente a sus colegiados, y reducir drásticamente los pocos servicios hasta ahora nos ofrecían. Hace poco, en una carta se nos indicaba que estábamos pasando un periodo de “apretarse el cinturón”, yo me pregunto que es lo que entenderán nuestros representantes colegiales por apretarse el cinturón, o más bien, alrededor de que quieren apretarlo?.
Al igual que estructuras políticas de otros países han ido desapareciendo y adaptándose a sistemas democráticos, no perfectos pero más acertados, en mi humilde opinión, los colegios profesionales deberían haber desaparecido en su día cuando se liberalizaron los honorarios profesionales.