Normalmente el empleo de cubiertas ajardinadas se asocia a edificios con un cierto carácter de experimentación, en las que el coste resulta más elevado puesto que se engloba dentro de lo que en los últimos años viene a definirse como “arquitectura bioclimática”. Sin embargo, no nos engañemos, este tipo de cubiertas ya ha sido utilizado por nuestros antepasados en la construcción de viviendas que hoy en día denominamos tradicionales, podremos encontrar ejemplos por todo el mundo.
Aunque todos podríamos enumerar alguna de las muchas ventajas que nos aporta la instalación de este tipo de cubiertas: aislamiento térmico y acústico, retención de agua de lluvia, mejora del clima urbano, producción oxigeno y absorción de CO2 reduciendo la contaminación, limpieza del aire filtrando partículas de polvo y suciedad, incombustibilidad, protección de la impermeabilización, estética,…, todo el mundo tiene claro que optar por una de las múltiples soluciones de cubierta ajardinada, hoy en día supondrá un incremento directo del coste de construcción, bien por la necesidad de reforzar la estructura de cubierta, y/o el incremento que supone la implantación del sistema, algo más elevado que el de una cubierta tradicional.
Recientemente hemos incluido en un uno de nuestros proyectos una solución de cubierta ajardinada extensiva (Sedum Tapizante Zinco), es decir: diseñada con carácter ecológico y sostenible, disponiendo de plantas que responden a la condición de bajo mantenimiento, con sistemas radicales de poca profundidad, buena capacidad de regeneración, sin raíz pivotante y 50 cm de altura máxima de crecimiento. Su capa de sustrato tiene un espesor entre 4 y 15 cm, y la masa superficial de la capa de sustrato y la capa de vegetación no suele superar los 120 kg/m².
En nuestro caso se trata de una cubierta plana sobre un forjado de hormigón existente, la elección de una solución de cubierta extensiva ha eliminado el sobrecoste de refuerzo de la estructura, puesto que el incremento de carga con la cubierta saturada de agua es de 120 Kg/m², peso asumible por la estructura existente e inferior al que supondría instalar sobre la impermeabilización de cubierta, una protección compuesta por una capa de grava de 8 cm de espesor con un peso 136 kg/m². Económicamente la implantación de esta solución de cubierta ajardinada supondrá un incremento de entre 50 y 60 €/m², amortizable mediante ahorro energético en calefacción en un plazo de entre 8 y 12 años, aunque se deberá tener en cuenta que la mayoría de las ventajas no se pueden valorar económicamente.
Siguiendo las pautas actuales, si la construcción continúa avanzado en hacia la sostenibilidad, no dudaremos que en un futuro próximo, la mayoría de las edificaciones en núcleos urbanos estarán resueltas mediante cubiertas vegetales.