Urbanizaciones
Desde hace ya un montón de años han proliferado como una marea imposible de contener, lo han hecho por todas partes, en el interior y en la costa, y desgraciadamente con un resultado casi siempre parecido y casi nunca afortunado; son las urbanizaciones.
Las razones por las que el resultado es casi siempre desafortunado son evidentemente muchas y muy variadas, pero, a mi modesto entender tienen que ver con dos aspectos fundamentales. El primero es el económico, como no podía ser de otra manera, y el segundo es mucho más complejo y de difícil solución, al menos a corto plazo, y se refiere básicamente a razones culturales y de educación urbanística y arquitectónica, cuyo valor como tal está muy lejos de ser reconocido por la sociedad en general.
Hablo en primer lugar de razones económicas por el hecho de que casi siempre estas urbanizaciones están en manos o son promovidas por quienes tienen como única preocupación obtener el mayor beneficio posible y las administraciones no hacen nada por evitarlo, o si hacen algo, lo hacen con el mismo objetivo que los anteriores, los ejemplos son muchos y por todos conocidos. Pero este es un tema que poco tiene que ver con la arquitectura y por eso me voy a centrar más en el otro aspecto.
Nombraba en segundo lugar razones culturales y de educación urbanística y arquitectónica. Tiene esto que ver precisamente con la falta de ambas, con la necesidad de reconocer la arquitectura y el urbanismo como algo con un valor en sí mismos, con capacidad para modificar y crear espacios. Durante todo este tiempo y salvo honrosas excepciones se ha tratado esta tipología edificatoria sin estudiar las características que la definen y la hacen diferente, utilizando para su desarrollo lenguajes que tienen que ver con la repetición y que son más propios de la edificación en bloque, cuando se trata al fin y al cabo de viviendas unifamiliares. Se trate de adosados, pareados o unifamiliares, nada tienen que ver con la edificación en bloque, que se desarrolla en altura, con unos parámetros de ocupación muy diferentes, y con una relación con el entorno completamente distinta, al ser distinto también dicho entorno, normalmente urbano. Por lo tanto el lenguaje de la repetición que puede funcionar para una tipología como la edificación en bloque no lo hace cuando se trata de una repetición de viviendas unifamiliares.
Existen además cuestiones que tienen que ver con el sentido común. Las ciudades crecen, o deberían crecer, de una forma lógica, con una planificación urbanística, o así debería ser, generando a medida que se desarrollan las infraestructuras necesarias para ello y creciendo a medida que crecen las necesidades de una forma más o menos coherente y en un proceso que se extiende a lo largo de los siglos. Lo que carece de ningún tipo de coherencia es pretender construir ciudades en el medio de la nada, sin ninguna base que no sea meramente económica y con el evidente impacto medioambiental que conlleva.
Con esto no pretendemos desprestigiar esta tipología sino hacer hincapié en el modo de afrontarlas, en la escala que deben tener, en la forma de integrarlas en el entorno y en comprender que en muchos casos están perfectamente justificadas y en otros todo lo contario, por los motivos anteriormente expuestos. Debemos aprender de las que existen, para no repetir los errores, aprender de las que se han resuelto de forma satisfactoria, que las hay, y aprender de las que son ejemplo de lo que no se debe hacer. Llegaría un recorrido por los ayuntamientos cercanos para encontrar ambas posibilidades y, concretamente, llegaría con fijarse un poco en el ayuntamiento de Miño para encontrar ejemplos de un lado y de otro, en este caso de forma especialmente llamativa.