El mes pasado, o quizás la semana pasada, te compraste una camiseta y ahora ya no te gusta, o quizás te resulta incómoda. Pudo no ser una camiseta, pudo ser un pantalón, o un ambientador para el coche o una butaca para el salón. Habías pasado por un par de tiendas y elegiste el que más te gustaba, o te había gustado la que le viste al vecino del quinto en la reunión de tu comunidad. No importa mucho, ahora te das cuenta de lo que querías y lo cambias, solucionado.
Con una vivienda no es lo mismo. No se trata de si gusta una que ves cada mañana, en la tercera curva, de vuelta del “cole” de tu niña. Resulta que su dueño es carpintero, casado en segundas nupcias con una enfermera del Juan Canalejo (perdón del universitario), tiene cincuenta y tres años, una hernia de diato y es aficionado al aeromodelismo. Tú no tienes nada que ver con él, tú eres único, como todos los demás, y tu casa también debería serlo. Además esa casa que te gusta no sólo está hecha para quién la habita, no para ti, sino que está colocada en un “lugar”, en una parcela, que como tú, como tu casa, también es única, no hay otra igual.
Por eso, cuando te plantees hacer una vivienda, probablemente sea la única que te hagas en tu vida, si tienes suerte puede ser que hagas un par, comienza por pensar que no te estás comprando una camiseta, y que para empezar hay dos condicionantes de partida fundamentales: tú y tu parcela. Y si tienes dudas tú primero.
Tú primero por que, como he dicho tú eres único. Plantea cuales son tus necesidades, como vives y como quieres vivir, y aquí las posibilidades son infinitas, tantas como personas. Puedes ser tú o podéis ser vosotros, por supuesto, tú y los tuyos. Cuantos sois, cuantos queréis ser, os gusta cocinar, coméis en casa, o fuera, como quieres que se produzcan las relaciones entra las distintas estancias de la casa, cuantas estancias quieres que haya, te llevas el trabajo a casa, te gusta el cine, la lectura, el deporte, que deporte, te gusta el aire, el sol, comes fuera, fuera de la casa, en la finca, como quieres que se produzca la relación entra la casa y la finca, te gusta conducir. En fin, podría estar así durante horas, tú sabrás lo que te gusta, sólo tienes que intentar que tu casa se adapte a ello.
Y para conseguirlo entra en juego el segundo gran condicionante, tu “lugar”, tu finca, también única, y por lo tanto distinta a la del carpintero de la tercera curva. Cada finca tendrá sus condicionantes. La superficie, la forma, la pendiente, la orientación, el entorno, las vistas, la forma de acceder. Todo esto te va a condicionar, piensa sólo en la orientación, en el sol, y en como te va a influir, con todas las posibilidades que te aporta en función de la luz, de las distintas formas de luz que proporciona cada punto cardinal. Utilízalo, utiliza todos esos condicionantes y sácales partido para hacer de tu casa la casa que quieres.
Por eso cuando decidas construir tu casa no la busques en las de los demás, no dediques tu tiempo a buscar una que te guste para imitarla, no cabe la posibilidad de un catálogo de casas, si acaso puedes buscar un estilo, pero esto es sólo un asunto estético, formal, y eso viene después, cuando ya sabes exactamente lo que quieres, como quieres vivir.
Por eso una casa no es lo mismo que una camiseta.